Si bien es cierto que siempre que pensamos en ilustraciones lo primero que se nos viene a la cabeza es el mundo del cómic, hay que decir que pese a su celebridad y a todo el universo que han creado, no es la única salida para la ilustración. De hecho, las aventuras animadas no fueron los primeros pasos del noble arte de ilustrar, pues en sus inicios ni siquiera se pensaba en contar una historia. ¿Recuerdas a los monjes medievales que copiaban y restauraban antiguos manuscritos, o redactaban nuevos escritos a petición de autoridades o grandes hombres? Se podría decir que ellos fueron los primeros ilustradores, decididos a decorar y adornar las lecturas a los afortunados que podían apreciarlas, pues no olvidemos que eran muy pocos lo que sabían leer.
De todas formas, aunque los escritores de cómics han hecho una labor loable al campo de la ilustración, no hay que olvidar que, como todo el arte literario desde el auge de la era digital, está verdaderamente en horas bajas. Por eso, los que se dedican al dibujo no han tenido más remedio que reinventarse; y, además, buscar una manera de hacerlo que les proporcione beneficios y que no se agote a medio o largo plazo. Para ello, han ido a lo seguro, a lo que mueve el mundo desde que es mundo: la sexualidad y la pornografía.
Seguro que todos recordamos nuestros primeros escarceos con las fotos porno, que eran las muestras pornográficas que teníamos a nuestro alcance. O bueno, quizá no tan al alcance, porque todos hacíamos malabares para evitar que nuestros padres (sobre todo nuestras madres y sus ansias de orden y limpieza) no las encontraran. Eran tiempos antiguos esos, sobre todo porque la irrupción del internet hizo que todo diera un vuelco radical, y casi no podemos creer ahora que tuviéramos que tirar de papel para ver chicas desnudas o parejas en plan erótico. Las webs porno hicieron su agosto como antes lo habían hecho las revistas eróticas, y aunque las fotos, ya fueran profesionales o amateurs, perdieron fuerza contra los videos xxx, eso fue lo que le dio una idea a los ilustradores.
Bien es cierto que el ilustrador porno ya había hecho algo de agosto con los cómics para adultos, pero también ese sector fue decayendo, a la par de ser considerado algo así como arte menor. Ahora había llegado la hora de demostrar algo más, de ser capaz de unir erotismo, sexualidad y sentido artístico, para no ser tachados de burdos ni de pornográficos, en el sentido más peyorativo de la palabra. Así que, a estas alturas, la ilustración porno se ha convertido en otro género literario más, y del que echan mano muchos de ellos para, como en los lejanos tiempos del medievo, realzar todos sus escritos y lecturas.
Sin embargo, las publicaciones eróticas en imágenes no son algo moderno, ni mucho bueno. Claro, sí tal y como las conocemos, nuestra memoria como sociedad sólo recuerda lo más próximo, como esos folletines eróticos que deambulaban por ahí desde el siglo XIX. Sin embargo, antes de la imprenta y de la publicación de libros como El Kamasutra, que más explícito no puede ser, no debemos olvidar esas ilustraciones egipcias, griegas y romanas (por nombrar sólo las occidentales) que se pueden ver en los restos arqueológicos que han llegado hasta nuestros días. Por suerte, no parece que en aquellas sociedades el sexo, el erotismo y todo lo que los rodea fuera un asunto tan tabú como se ha vuelto en la nuestra, tan civilizada y avanzada… o quizá no tanto como pensamos. Pero como sea, siempre hay esperanza para este tipo de publicaciones porque, como ya se sabe, el ser humano es humano incluso cuando lo asolan sus bajas pasiones, sobre todo cuando le pasa eso. Y plasmarlo en un dibujo o ilustración es todo un homenaje a nuestra especie y al arte.